David Hume fue uno de los principales representantes de la filosofía empirista, siguiendo una línea similar a Aristóteles y Santo Tomás de Aquino. Sin embargo, Hume fue además un fuerte escéptico, en mayor medida que Descartes incluso. Es decir, puso en duda todo el conocimiento previo, llegando a dudar del principio de causalidad y la idea del yo, entre otros. Trató de explicar la naturaleza humana en sus obras, aproximándose a lo que posteriormente sería la Psicología.
La filosofía de Hume se ve muy influenciada por el pensamiento de John Locke y George Berkeley, además de René Descartes en algunos aspectos.
Contexto histórico e influencias
David Hume [IMG-1] nace el 26 de abril (según el calendario juliano) o el 7 de mayo (según el gregoriano) de 1711 en Edimburgo (Escocia); en el seno de una familia con bastante poder adquisitivo y durante el desarrollo de la Ilustración (S. XVIII). Su madre reconoció pronto sus capacidades para el estudio y su inteligencia, motivo por el cual es enviado a estudiar Derecho en la Universidad de Edimburgo junto a su hermano mayor. Hume comenzará la carrera con 11 años de edad, aunque no la terminará, en vista de que comienza a sentir una aversión insuperable hacia todo lo que no fuera la investigación filosófica y el saber en general [1]. Con 15~16 años abandona la Universidad sin el título en Derecho, tras haber pasado una crisis motivada por la aversión a estudiar esta carrera en vez de investigar en Filosofía (como manifestó en una de sus cartas al polímata John Arbuthnot [2]).
Con 18 años de edad había logrado un importante progreso en su filosofía. A esa edad su familia le envía a Bristol, a trabajar como secretario tras esta crisis. Sin embargo, decide mudarse a Francia, donde comenzará a dedicarse plenamente a la Filosofía. Si recuerda usted el artículo de René Descartes, la Francia del siglo XVII estuvo marcada por un fuerte escepticismo, proveniente del pirronismo; cuya influencia continuaría durante el S. XVIII. Mientras que Descartes se valió de la duda para sostener su filosofía racionalista, Hume hace algo similar con el empirismo. Ahora bien, este último autor no utilizará la duda como método. Más bien se basa en ella, la utilizará como argumento para criticar nuestra capacidad para conocer.
Entre 1734 y 1737 (23-26 años) residirá en La Flèche, recordemos, lugar donde estudió Descartes en su momento. En 1739 publicará el Tratado de la naturaleza humana, uno de sus títulos más importantes. Sufrió un fuerte rechazo, el cual sumado a su fama como ateo, le dificultó mucho el encontrar trabajo. Fue rechazado en la Universidad de Edimburgo como profesor de Filosofía.
El Tratado consta de tres libros. Los dos primeros, publicados juntos, tratan la epistemología y la psicología, respectivamente. En 1741 se publica el tercer libro, sobre ética. Posteriormente Hume reescribirá estos tratados: los libros primero y segundo serían reescritos como Investigación sobre el entendimiento humano, y el tercero como Investigación sobre los principios de la moral. Ademas publicó una serie de ensayos y libros de historia (Hume también fue historiador), la mayoría mientras trabajaba como bibliotecario en la Facultad de Derecho de Edimburgo.
Las Investigaciones, si bien Hume consigue simplificar su argumentación y hacerlas más accesibles, son menos extensas y profundas que el Tratado, generalmente hablando. Creo esencial comprender la estructura de los principales títulos de este filósofo, pues me referiré a ellos a lo largo del artículo.
Tras una vida dedicada a la Filosofía y a la Historia, habiendo conocido a Voltaire y a Rousseau (esta última amistad acabaría marchitándose por la personalidad de Rousseau [3]) finalmente Hume redactará una autobiografía, conociendo su inminente muerte, por cáncer, en 1776. Este conocido fragmento pertenece a la misma obra:
«Soy o, más bien, fui, un hombre de disposición humilde, de temperamento ordenado y de talante alegre, abierto, social y claro, con capacidad de afecto, pero poco dado a la enemistad y de gran moderación en todas mis pasiones. Incluso mi amor por la gloria en el campo de las letras, pasión dominante en mí, nunca agrió mi temperamento, a pesar de mis frecuentes desilusiones. Mi compañía no era inaceptable por los jóvenes despreocupados, así como tampoco por los estudiosos y los hombres de letras; y como me complacía especialmente la compañía de mujeres discretas, no tenía razón para estar disconforme con su acogida.»
Muchos pensaron que este autor afrontaría de mala manera la muerte, al ser ateo y no tener el consuelo de la vida en el más allá. James Boswell acudió a su lecho de muerte con esta idea, y quedo sorprendido con lo bien que asimiló Hume el hecho de que pronto moriría, llegando este filósofo a afirmar que la vida tras la muerte no es más que un irracional capricho.
Metafísica y Epistemología
Base psicológica
Para comprender la filosofía de Hume es necesario tratar primeramente la base psicológica que el establecía para el ser humano. Al ser Hume empirista, afirmará efectivamente que todo el conocimiento proviene de los sentidos. Paralelamente a otros autores empiristas, como Locke, Hume defendió que el ser humano en su nacimiento es como una pizarra en blanco, una tabula rasa, en la cual se irían grabando las experiencias del individuo, y a partir de las cuales surge el saber. Observe que los empiristas no niegan la razón , más bien tratan de limitar su validez y afirmar que funciona sólo habiendo experimentado experiencias previas.
Así, Hume establece dos elementos en la razón: las impresiones y las ideas. Las primeras corresponden directamente con lo que se percibe. Por tanto, son intensas, mientras que las segundas, las ideas, son copias de las impresiones, luego son de menor intensidad (se podría decir que son "recuerdos" de las impresiones concretas).
A su vez, las impresiones se subdividen en sensaciones y reflexiones, siendo las sensaciones aquello que atribuímos directamente a los sentidos (por ejemplo, ver un vehículo que se aproxima hacia usted); mientras que las reflexiones constituyen una información útil asociada a la sensación (sentir el peligro, la necesidad de apartarse ante el vehículo).
También se puden clasificar, tanto las impresiones como las ideas en simples o complejas, según su grado de complejidad. Las complejas se descomponen en simples, elementos irreducibles. Una idea compleja puede ser una calculadora, mientras que está compuesta por ideas simples: sus colores, su tamaño, sus proporciones... Además, teniendo esto en cuenta podemos observar que nuestra mente puede construir ideas complejas a partir de otras ideas. El ejemplo clásico es el de sirena, que proviene de la combinación de la idea de ser humano y la idea de pez. Entonces, esta idea no se puede asociar directamente a una impresión de sirena, pues ha sido construida como recién hemos explicado.
Para explicar la forma por la cual estas ideas se asocian en nuestra mente, postula unas leyes en el Tratado de la naturaleza huamana, en el Libro I (epistemología), las leyes de asociación de ideas:
I. LEY DE SEMEJANZA: Afirma Hume que tendemos a asociar ideas semejantes. Si ve usted el cuadro de Rafael, La escuela de Atenas, pensará directamente en los filósofos y personalidades del cuadro.
II. LEY DE CONTIGÜIDAD: Postula que las ideas se asocian cuando ocurren juntas, es decir, cuando son próximas en tiempo o en espacio. Si ha bailado con esa persona especial cuando sonaba una canción concreta, asociará la canción a la persona.
III. LEY DE CAUSA-EFECTO: Establece que entendemos las ideas en términos de causalidad, a saber, que son el efecto de otras ideas, las causas. Así, si un balón impacta contra su ventana, inmediatamente pensará que alguien lo ha lanzado.
Tipos de conocimiento
Asimismo, Hume distinguirá dos modos de conocer. Por una parte considera las relaciones de ideas. Se trata de conexiones necesarias, por definición, entre ideas. Se cumplen en ámbitos de la Matemática. Un ejemplo sería "una recta queda definida con un punto y una dirección". El predicado de la oración va implícito en el sujeto, no aporta información nueva, puesto que la definición de recta incluye precisamente ello. Se trata, entonces, de una proposición analítica, que no aporta información nueva. Además, no es necesario recurrir a la experiencia para demostrar la proposición anterior (a priori).
"Proposiciones de este tipo son descubribles por la mera operación del pensamiento, sin dependencia sobre qué lo que exista en cualquier lugar del universo."
Investigación sobre el entendimiento humano, Sección IV, Parte I (epistemología).
El segundo modo de conocer corresponde a las cuestiones de hecho. Estas últimas sí aportan información nueva al sujeto con el predicado (proposición sintética). La proposición "Rubén sabe montar en bicicleta" aporta información nueva con respecto al sujeto "Rubén". Además, es necesario recurrir a la experiencia para confirmar este hecho (a posteriori). Porque en la definición de Rubén no se encuentra el saber montar en bicicleta.
Es interesante que recuerde la terminología de proposición ANALÍTICA (que NO aporta información), proposición SINTÉTICA (que SÍ aporta información nueva), a priori (independiente a la experiencia) y a posteriori (dependiente de la experiencia) para la filosofía de Immanuel Kant, que ampliará estos conceptos... [4]
Críticas
Con todo lo anterior, podemos comenzar con las críticas de David Hume hacia la Metafísica, criticando las tres ideas fundamentales de ella: la idea de Dios, la idea del alma o el yo, y el mundo. Además de criticar el principio de causalidad.
El principio de causalidad ha sido un pilar fundamental en todo el pensamiento, puesto que permite establecer relaciones entre sucesos de todo tipo. Santo Tomás de Aquino lo usa para demostrar la existencia de Dios, por ejemplo. Y en la gran mayoría de argumentaciones es utilizado.
Estudiemos un ejemplo de causalidad. Supongamos que, en términos lógicos, el suceso A implica el suceso B. Si duerme 2 horas esta noche, mañana estará terriblemente agotado, por ejemplo. Ahora bien, si conoce con certeza que ha dormido 2 horas, necesariamente se sentirá cansado mañana.
Esta regla, dentro de la lógica, se conoce como modus ponens [5]:
1: A implica B, y
2: Se da A.
Conclusión: se da B
Veamos ahora el caso adverso. Conocemos lo siguiente:
1. A implica B, y
2. Se da B
Conclusión: Se da A
¿Diría que es esto cierto? Si se ha dado B, parece lógico pensar que A se ha tenido que dar. Si ha pensado que sí, sea advertido que esto se trata de una falacia, una de las más comunes en cuanto a causalidad. Si duerme 2 horas, estará agotado. Pero, si esta agotado, ¿necesariamente ha tenido que dormir 2 horas? No, usted podría encontrarse agotado por cualquier otra razón, incluso si ha dormido lo suficiente.
Recuerde la Ley de Causa-efecto que postuló Hume. Estamos acostumbrados a pensar en términos de causalidad, y ello puede ser peligroso. Ahora bien, Hume va mucho más allá de esta argumentación. Aquí, he pretendido demostrar que hay que tener cuidado con la causalidad. Pero Hume desconfiaba completamente de la causalidad, afirmando que todo ello podría ser una falacia. Fuere esto cierto, quedaría derrumbado uno de los más importantes pilares de toda la filosofía.
Hume sostuvo esta posición argumentando que, si bien usted puede percibir la causa, y el efecto; nunca percibirá la causalidad en sí misma. Usted ve un futbolista golpeando el balón, y a continuación ve como este último sale disparado hacia portería. Pero no percibe la causalidad, nada que le asegure con absoluta certeza que siempre se vaya a cumplir eso.
Sin embargo, es importante observar que este autor no está negando el principio de causalidad; más bien está advirtiendo nuestros límites para poder verificarlo. Argumenta que, como siempre que hemos chutado un balón ha salido disparado, mediante las leyes de asociación de ideas hemos creado un hábito, que nos hace pensar que esta situación se dará siempre (acorde con el principio de causalidad). Hume no negará la utilidad de estas suposiciones, y afirmará que las ciencias tan sólo podrán predecir sucesos de forma probabilística, nunca con certeza absoluta (excepto la Matemática, al tratar relaciones de ideas en lugar de cuestiones de hecho).
Hume, por otra parte, criticará también el concepto de sustancia (recuerde Aristóteles), argumentando que, si bien podemos percibir los accidentes, las categorías de las sustancias, nosotros no podemos percibir la sustancia en sí misma. Algo similar utiliza para criticar la idea de yo. No podemos percibir nuestra propia sustancia (si va percibiendo sustancias por la calle, considere una visita al psicólogo). Nuestra personalidad no es un único núcleo. Hume dirá que se trata de una sucesión de pensamientos e impresiones. Además, estos pensamientos e impresiones cambian a lo largo del tiempo, y es la memoria la facultad que nos permite establecer un orden temporal para contemplar nuestra evolución como personas, y así formar un autoconcepto.
Con respecto al mundo, la realidad extramental, Hume también dudará de su existencia. Si bien no puede negar que él percibe, pues tiene impresiones; por su crítica al principio de causalidad no puede afirmar que esas impresiones procedan de tal cosa como una realidad extramental, porque no puede aplicar el principio de causalidad para demostrarlo, en vista de su anterior crítica del mismo. Y, en último lugar, dudará también de la existencia de Dios. Negará las cinco vías de Santo Tomás de Aquino al basarse estas en la causalidad. Para Hume, la única forma de demostrar la existencia de Dios sería mediante un milagro, al ser este un hecho empírico (porque la cuestión de Dios no es una relación de ideas, aquí critica el argumento ontológico, basado en la existencia de Dios como ser más perfecto; si no que la existencia de Dios es una cuestión de hecho). Pero argumenta entonces que él no ha visto nunca uno, que las historias de los milagros deben ser falsas y, incluso si fueran reales, no se podría demostrar que ha sido Dios el autor del propio milagro (usted no puede percibir la causalidad).
Así, sumido en un escepticismo extremo, Hume criticó toda la Metafísica, con argumentos principalmente basados en la crítica a la causalidad y la experiencia como único origen y fin del conocimiento.
Ética
La ética de Hume era una ética emotivista, a saber, que basaba la corrección de las acciones y los principios morales no en la razón, si no en las emociones; como bien explicará en el Libro III de ética del Tratado, como en su Investigación sobre los principios de la moral. Además, como este filósofo negaba la existencia de Dios no podía establecer una moral y ética basada en este, como hicieron San Agustín con la cuestión del libre albedrío otorgado por Dios, y Santo Tomás con su ley natural instaurada en los seres humanos por Dios (a grosso modo). Puede resultar extraño que alguien tan escéptico proponga una ética basada en las emociones, pero precisamente el escepticismo de Hume era contra la razón.
Él afirmaba que, si bien la razón puede describir con precisión un hecho, al igual que puede llegar a premisas (como en la Matemática); esta nunca será suficiente para impulsar a las personas a hacer lo correcto. Dicho de otra manera, como expresó A. C. Grayling en su título Historia de la Filosofía: Un viaje por el pensamiento universal [6], de una premisa "x es", para Hume es imposible concluir "haz y".
Con ello, Hume defenderá que debemos guiar nuestras acciones en función de nuestros sentimientos, concretamente los de aprobación y desaprobación, o agrado y desagrado.
Sin embargo, hoy en día muchas personas rechazarían esta ética, en vista de que tenemos documentación de trastornos de la personalidad como el psicopático. Luego exisitría un gran riesgo a caer en un subjetivismo moral en el que "todo vale" en cuanto que nuestros sentimientos lo aprueben o no. No obstante, Hume partía de la base de que todos los seres humanos tenemos simpatía, que es una cualidad que nos permite participar en los sentimientos de otras personas (vendría a ser similar a lo que hoy en día entendemos como empatía). También argumentará a favor de la utilidad, que es el cálculo del placer que provocará una acción, tanto para uno mismo pero especialmente para la mayoría de las personas (algo parecido a lo que proponían los epicúreos).
Así, según Hume, con la simpatía y la utilidad, la moral seguiría siendo universal y no subjetiva, puesto que en estas facultades se basan los sentimientos de aprobación y desaprobación.
Conclusión
En definitiva, David Hume trató de construir una filosofía que sirviera para explicar la naturaleza humana, y los principios de la moral, tomando como base las premisas empiristas. Aunque terminó con una perspectiva totalmente escéptica, llevada al máximo. No obstante, hemos de recordar la importancia de la información que nos aportan los sentidos. Immanuel Kant tratará de sintetizar el racionalismo y el empirismo en una nueva filosofía, el idealismo trascendental. Pero muy probablemente no hubieramos tenido a Kant, considerado uno de los filósofos más importantes de toda la historia; si no hubiera sido por Hume, puesto que este primero fue un convencido racionalista durante su juventud, y sólo fue tras leer las obras de David Hume cuando salió de su "dogmático racionalismo".
Si desea profundizar más en la obra de este autor, sería recomendable la lectura de sus Investigaciones, al ser menos complejas para iniciarse que el Tratado.